Dicen que las derrotas saben
amargas. Las mías no tienen sabor, son insípidas. Ello debe ser porque ya
acumulo tantas a mis espaldas que he perdido su sabor. Cuando salí de casa,
mejor dicho de mi excasa, no quise mirar atrás, al fin y al cabo tampoco dejaba
nada importante atrás. Si, es cierto, tal vez dejaba algunos recuerdos, algunas
gratas horas guardadas entre sus paredes. Pero era igual eso ya me lo llevaba
guardado dentro de mí y nadie me lo podría quitar.
No tenía ni idea de dónde ir. Ni siquiera
sabía si volver al nido paternal. Pero joder, con 50 tacos y volver a casa de
papa y mama era ya lo último que deseaba. Así que pille coche y me dispuse a
hacer kilómetros para donde fuera sin rumbo fijo y allí donde se parara el
motor allí empezaría de nuevo.
Al cabo de unas horas de viaje,
estaba perdido en una carretera secundaria, en una zona que emulando al quijote ahora no quiero
acordarme. Se veía un desvió a la
derecha, con el nombre de un pueblo y me dije vamos allá poco podemos perder. Según
me iba acercando se veían unas pocas construcciones, casi todas de piedra y
tejados de teja antigua. Había pocas y la que mas destacaba era la iglesia. Cuando
entre al pueblo aparque en lo que parecía la plaza mayor. En ella destacaba una
fuente con varios caños de los cuales manaba un grueso torrente de agua.
Baje del coche, estire mi cuerpo
y mire a mí alrededor. No parecía haber
nadie. Estaba todo desierto y eso era cómodo para mí. Examinado los alrededores descubrí entre unos
soportales un pequeño cartel que parecía anunciar un bar-colmado. Allí lleve
mis pasos.
Al entrar parecía oscuro y como si allí no hubiese vida
y de repente sonó un carraspeo y voz que decía “un momento, ya salgo”.
Al momento salió por una pequeña
puerta un señor mayor. Tendría unos sesenta y largos años por lo que calcule. Le
di los buenos días, él respondió lo mismo y pregunto si deseaba algo. Le dije
que acababa de llegar y que si podía indicarme si había algún tipo de pensión,
hotel o albergue donde poder pasar una temporada. Me miro con cara de sorpresa
y carraspeando me indico que el pueblo era pequeño y que si quería estar de vacaciones
lo mejor es que fuera al pueblo vecino a unos 15 km que era más grande y tenia
mas servicios. Le explique que no quería un lugar con mas servicio y mas grade,
que me había agradado el pueblo y si había posibilidad de encontrar alojamiento
o alquilar una casa. Me dijo que la mayoría de las casas estaban deshabitadas,
que pertenecían a gente que ya no estaba en el pueblo aunque aparecían de
pascuas a ramos. Algunas de ellas eran de familiares de vecinos del pueblo ya
muertos que Vivian en el extranjero y nunca o casi nunca aparecían por allí,
pero si estaba muy interesado en quedarme una temporada el me dejaba una
pequeña casilla que tenía casi a las afueras del pueblo, no era mucha cosa pero
podía valerme para una temporada. Acepte encantado.
Verdaderamente era un pueblo
pequeño, los habitantes podían contarse con los dedos de manos y pies. Cuando me
instale en la casilla vi que era confortable aunque pequeña. Un cuarto de baño,
una pequeña habitación, el salón que también hacia las veces de cocina y poco más.
Pero bueno tampoco yo pedía una mansión, en mi situación actual eso me valía. Además
el precio de alquiler no era nada, el hombre solo me pidió que mantuviera la
casa y hacerle algunos arreglillos mientras la habitase. En el exterior de la
casilla, pegado a ella había una pequeña cuadra, se veía que en tiempos había sido
usada para albergar algún mulo, burro o asnillo, también parecía haber tenido
de inquilinas a algunas gallinas por que se veían unos rústicos nidales en la
pared. Al otro lado de la cuadra, delimitado
por un desvencijado y medio derruido muro de piedra se vislumbraba un pequeño
terreno, ahora invadido de malas hierbas, zarzas y matojos. Parecía haber sido
un huerto y bien pensado si se limpiaba y reparaba el muro podría volver a serlo.
Bien, me dije, es un comienzo, un
inicio. Un pueblo pequeño, casi deshabitado, una casa pequeña, un tarrilla
solitario, que más se puede desear. Con 50 tacos, sin trabajo, sin nada que nos
pueda atar, que mejor que intentarlo.
Y así, con la negrura creciente
de la noche arropándome, exhale un suspiro y me dije, mañana… lo que se dice
mañana… no voy a morir.